11 dic 2008


Y él no, no se da cuenta. No lo ve. No sabe que si me llama el lápiz a las tres de la mañana y salto a por él, es por él. Así, sin más.
No se da cuenta de que me vomito para él. De que exploto y me desbordo para él.
Él sigue adelante, siempre de frente, con su frente bien alta. No mira abajo y no se da cuenta de que allí estoy yo, pintando todas y cada una de las horas de mi relojo por él.
No ve que me tiro de dos precipicios y medio para llegar a él.
Él. No sabe nada.
Es un ingenuo.
Nada.
Ni siquiera que un punto de energía entre millones existe por él. Que fluyo, sé, y soy por sus razones.

Que respiro por sus ojos.
Él no sabe que... que me pinchan las puntas de los dedos si se mueve; no sabe que duerme y me lo bebo durante horas; no sabe que se me desgarrarían las cuerdas vocales por gritar su nombre al aire.

El ingenuo no se da cuenta de que no es un concepto, y pregunta. Sigue preguntando.
No sabe nada.
Ni siquiera que no sé definirlo ni a él ni a su concepto.
No sabe nada.
Ni siquiera sabe que respiro por sus ojos.
Nada.
Él cree que es un sí, cuando el acento es incluso más grande que yo misma.
No sabe que tiene el poder de hacerme desaparecer.
Ingenuo...
No se da cuenta.

No hay comentarios:

...Eva through the Looking-Glass.

...Eva through the Looking-Glass.